Líderes
Angeline, hija de Seattle
Seattle
(¿1.786? -1.866)
Suquamish
Líder de Suquamish y uno de los firmantes del Tratado de Point Elliot-Mukiteo (1.855) por el cual las tribus de la región (Duwamish, Suquamish, etc.) cedían al gobierno de los Estados Unidos un total de dos millones y medio de acres a cambio de una pequeña reserva.
Su nombre ha pasado a la historia por el alegato en defensa del modo de vida indio durante las negociaciones del tratado y, en concreto, por las palabras pronunciadas ante una de las asambleas de tribus en diciembre de 1.854. De tales palabras tomó nota uno de los delegados del gobierno, el Dr. Henry Smith, que rehízo el discurso publicado por primera vez de forma completa en la edición del 29 de octubre de 1.887, en el Seattle Sunday Star.
Considerado desde entonces como el primer alegato ecologista, es más que cierto que el texto, conocido en adelante como “Carta del Jefe Seattle al padre blanco de Washington” no transcriba palabra por palabra las pronunciadas por el líder, pero sí su concepción del mundo y la relación del ser humano con la naturaleza y la necesidad de un equilibrio armónico entre las necesidades del desarrollo humano y la imprescindible preservación del entorno.
Nacido en Blake Island hacia 1.786, Seattle era hijo de un destacado miembro de la tribu Squamish y una mujer Duwamish, de nombre Scholitza. De elevada estatura (mayor de 1.80) para la media de su gente, ya antes de haber cumplido venticinco años había sido nombrado jefe de su tribu y de cinco de las tribus de su entorno. Famoso por su oratoria, intervino en combates contra Chemakum, S'Klallam y otras tribus del norte. Casado dos veces con jóvenes de la aldea Tola'ltu, su primera esposa falleció al dar a luz su primera hija. Hacia 1.848 fue bautizado en la fe católica, circunstancia que ayudó a consolidar su posición como intermediario ante la presión, cada vez más acuciante, de las autoridades del gobierno americano. Murió el 7 de junio de 1866, en la reserva Suquamish de Port Madison, Washington.
"Continuad contaminando y corrompiendo vuestro lecho y cualquier noche moriréis ahogados en vuestra propia suciedad. Eso sí..., caminaréis hacia la extinción rodeados de gloria y espoleados por la creencia en un Dios que os da poder sobre la Tierra y sobre los demás hombres.
Cuando todos los búfalos se hayan ido, los caballos salvajes hayan sido domados, el rincón más secreto del bosque invadido por el ruido de la multitud, y la visión de las colinas esté manchada por los alambres parlantes, cuando desaparezca la espesura y el águila se extinga, habrá que decir adiós al caballo veloz y a la caza".
Seattle