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Mitos y Leyendas

De cómo los lakota aprendieron a pescar (Lakota)

Odsezno norteamericano

Mathó era un oso muy pequeño cuando llegó a este mundo. Nació en una cueva en lo más profundo de la tierra, y no era lo bastante grande como para hacer daño a nadie. Su madre lo llamó Mathochikala, en el idioma lakota.

 

Cuando su madre despertó de su largo sueño, sacó a Mathó al brillante sol de primavera.

 

- ¿Quién es esta criatura que vuela alto por encima de nuestras cabezas? -preguntó el pequeño.

- Wanblí, el águila -respondió la madre con su voz ronca-. Es del Águila que nosotros aprendemos a vivir nuestra vida con dignidad. Los ojos de Águila son más agudos que los nuestros, por eso siempre escuchamos las advertencias que Wanblí envía desde lo alto.

La madre le condujo a través de la pradera de aromas dulces, hasta la orilla de un río donde le enseñaría a beber. Él metió su nariz en el agua clara y tomó un sorbo. El roce del agua fría le puso instantáneamente alerta y vigilante. Muchos, muchos años después, cuando él hubo crecido y rendido honor a su nombre de guerrero, Mathó recordaría aquel instante. Siempre que necesitaba aclarar sus ideas o estar a punto para la cacería, se zambullía en el río.

 

Mathó recordaba aquellos primeros días con afecto. Su madre había sido una gran maestra, siempre le protegió de los peligros y le guió para que viviera la plenitud de la vida. Le enseñó a buscar larvas dentro de los troncos podridos de árboles de abeto.

Osa y osezno

Le enseñó qué flores eran las más dulces, las frutas más sabrosas, que raíces le harían fuerte, y que bayas lo ayudarían a engordar para sus largos sueños de invierno.

 

Ella le enseñó a atrapar los peces rojos -los salmones- cuando saltaban contra corriente río, entre las piedras húmedas y resbaladizas. La madre de Mathó le mostró un lugar especial entre dos rocas rodeadas de espuma donde él podría sostenerse.

 

-Ten calma. Espera paciente en este lugar y los grandes peces rojos brillantes saltarán directo a tu boca.

 

Y así fue que los lakota aprendimos a pescar: observando a Mathó y a su madre. Desde entonces, ni Mathó ni los lakota volvieron a pasar hambre; nunca mientras él y sus hermanos pudieran ser vistos pescando en el río.

 

Oso pescando