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Mitos y Leyendas

Mito del origen del invierno y el verano (Acoma)

Poblado Acoma

En un poblado Acoma, la hija del jefe, llamada Co-Chin-Ne-Na-Co, se había casado recientemente con Shakok –el espíritu del invierno. Desde que se fue a vivir con los Acoma las estaciones se tornaron cada vez más frías. La nieve y el hielo permanecían más tiempo sobre los campos. El maíz no maduraba como antaño y la gente pronto tuvo que recurrir a comer raíces y plantas silvestres.

 

Un día salió del poblado a recoger hojas de cactus y a quemar sus espinas para tener algo que llevar algo de comida a casa. Y en eso estaba cuando vio a un hombre joven acercarse hacia ella. Llevaba una camisa amarilla del mismísimo color del maíz, cinturón y un alto sombrero puntiagudo, unas polainas verdes, hechas de musgo, como el que crece en las veredas de los manantiales y en los estanques y unos mocasines, bellamente bordados con flores y mariposas.

 

En la mano llevaba una espiga de maíz verde con la que la saludó. Ella le devolvió el saludo con su hoja de cactus.

 

- ¿Qué estás haciendo? –preguntó el hombre-

- Recojo estas hojas porque nuestra gente se muere de hambre. El maíz no crece y no nos queda más remedio que recurrir a cualquier cosa,  estas hojas de cactus.

- Toma, coge esta espiga y espérame aquí. Voy a por una cesta y te acompañaré a tu casa.

 

El joven se alejó hacia el sur y pronto se perdió de la vista de Co-Chin-Ne-Na-Co. Pero no tardó mucho en regresar. Y lo hizo con una gran mazorcas maduras de maíz que puso a los pies de la joven.

 

- ¿Dónde has encontrado tanto maíz?

- Lo traje de mi casa, mucho más al sur. –contestó-. Allí el maíz crece en abundancia y las flores crecen durante todo el año.

El rostro de la joven se iluminó con una sonrisa triste

 

- ¡Oh! Cómo me gustaría conocer tu hermosa tierra. ¿Podría conocer tu país?

- Pero tu esposo Shakok –el espíritu del invierno- se enojará al saberte lejos.

- Pero yo no le amó –confesó-, él es frío conmigo. Y desde que llegó el maís no crece, no crecen las flores. Y todos la gente nos vemos obligados a subsistir con estas hojas –señalando las que tenía en la mano.

- Bien. Toma esta banasta de mazorcas y llévatelas, pero que nadie sepa que te las he entregado. Mañana volveré y te traeré más. Nos encontraremos aquí. Se despidió y se volvió a su casa en el sur.

 

Co-Chin-Ne-Na-Co regresó a su casa con la banasta de maíz y se encontró en su camino con sus hermanas que habían salido a buscarla, estaban preocupadas por su ausencia. Se sorprendieron al ver la cesta de espigas en lugar de las pobres hojas de cactus. La joven les contó su encuentro con el hombre del sur y ellas le ayudaron a portar la gran cesta de maíz hasta su hogar. Cuando llegaron, su padre y su madre se sorprendieron con el regalo. Y de nuevo, la joven contó su relato con todo detalle, nsistiendo en la procedencia del sur del hombre que acababa de conocer.

Les habló del compromiso de encontrarse con él la próxima mañana. Y la promesa de acompañarle a su tierra.

- Es Miochin –dijo su padre y su madre lo confirmó con un movimiento de cabeza. –Traelo a casa –le insistió su padre.

 

Al día siguiente Co-Chin-Ne-Na-Co fue a la cita, donde ya le esperaba Miochin –el espíritu del verano-, que ya le esperaba, rodeado de canastos rebosantes de maíz. Entre ambos trasportaron la preciada carga hasta el poblado. Había más que suficiente para alimentar a todos durante varias semanas, por lo que la gente le recibió con admiración y agradecimiento.

 

Pero por la noche, como era su costumbre, Shakok –el espíritu del invierno- regresó del norte, que había estado todo el día jugando con el viento frío, la nieve, la escarcha y el granizo. Al llegar al poblado, enseguida comprendió lo que había ocurrido en su ausencia. Sabía que Moichin aún estaba allí y le desafió.

Jóvenes Acomas

- ¡Moichin, sal de donde te escondas. Voy a destruirte!

- ¡Soy yo quien te destruiré a ti! –replico el espíritu del verano, avanzando hacia él y derritiendo la nieve, convirtiendo en lluvia fina el granizo y convirtiendo el viento gélido que acompañaba a Shakok en una calidad brisa.

 

Y así, los presentes pudieron ver por primera vez que la ropa del espíritu del invierno estaba hecha de juncos secos y retorcidos. Sharok se plantó ante Miochin y le dijo:

 

- No voy a luchar contigo esta noche, pero nos reuniremos aquí dentro de cuatro días en un combate decisivo. Y el que gane se ganará a Co-Chin-Ne-Na-Co para siempre.

 

Shakok rugió con rabia y su voz se vio acompañada por un viento helado que penetró en cada casa y que a punto estuvo de apagar todas las fogatas del campamento. Solo la presencia de Miochin devolvió el calor a los hogares. Al día siguiente se fue a su casa del sur para prepararse para el reto que se avecinaba.

 

Y pidió ayuda a sus mejores amigos para que le ayudaran contra Shakok. Al primero que llamó fue a Yat-Moot, el águila –que vivía en el oeste- para que le protegiera con sus alas extendidas de la lluvia y el granizo. Después hizo lo mismo con las aves y los insectos y con todos los animales de los bosques y los campos en verano para que pisaran la tierra hasta derretir la nieve. Y requirió que sus amigos los murciélagos fueran en vanguardia para que su piel dura fuera el escudo contra el viento, el pedrusco y el granizo que el sabía que el espíritu del invierno lanzaría contra él.

 

El tercer día, Yat-Moot, el águila, encendió hogueras para calentar las piedras planas de las montañas cercanas y un humo cálido y espeso, proveniente del sur, ascendiera hasta el cielo y creará confusión para quienes acompañaran a Shakok.

 

Pero Shakok hizo lo mismo. También reclamó la ayuda de los animales del invierno, los que vivían en las tierras del norte. Y así, las urracas eran su escudo y su vanguardia y los lobos apostados a sus costados amenazaban con despedazar cualquier presa.

 

En el amanecer del cuarto día, los enemigos rodeaban ya el poblado acoma. Y por el norte se acercaban siniestro nubarrones negros, presagio de lluvias frías, de vientos gélidos que convertirían en seguida esa lluvia en hielo, acabando con la posibilidad de supervivencia de cualquier semilla que pudiera prosperar en primavera.

Nuevo Méjico

Pero en el sur, las águilas que acompañaban a Yat-Moot apilaron todavía más madera para que los fuegos provocaran más vapor que formaba nubes calidad que aplacaran las traídas por Shakok. Al frente de sus compañeros se acercaba desde el sur ya Miochin, tiznados de negro por el humo, rodeado de los relámpagos y truenos, fruto de la lucha entablada entre las nubes del norte y del sur.

 

Por fin, los principales contrincantes entraron, casi al unísono, en el poblado acoma, cuyos hogares  parecían blanco ante la presencia del humo de unas y otras nubes y el reflejo de los rayos que caía haciendo temblar la tierra. Todo se oscureció cuando Shakok desató una terrible tormenta de viento y nieve como jamás se había visto hasta entonces.  Pero los fuegos de Yat-Moot llegaron para derretir la nieve haciendo retroceder al frío. Unos y otros lanzaban sus ataques sin que ninguno de los dos bandos consiguiera imponerse de manera definitiva.

 

A media tarde, antes de caer la noche Shakok pidió hablar con Miochin para pedir una tregua. Ambos, viendo el equilibrio de sus fuerzas y de la imposibilidad de una clara victoria firmaron una tregua y las tormentas y los fuegos cesaron. Cesó la lluvia y se calmaron los vientos del norte y del sur. Y Shakok dijo:

 

- Puesto que no he podido ganar, me doy por derrotado. Co-chin-ne-na- ko es tuya para siempre, pero con una condición: que cada uno reine en estas tierras la mitad del año.

 

Y su propuesta fue aceptada por todos, dando así paso a la existencia de seis meses de invierno y seis meses de verano.